RESUMEN DEL CAPITULO 11
AL FIN LA FELICIDAD
Sería difícil imaginar a una persona más
descorazonada y sin esperanzas que Ken Butterfield cuando deambulaba por la
Segunda Avenida, aquella triste mañana de febrero. Se había desayunado
frugalmente con café y tostadas en un cafetín pocas cuadras atrás, y tenía en
el bolsillo exactamente siete resobados billetes de a dólar. Había pasado la
noche en un refugio para hombres sin hogar, pero tenía una cosa a su favor: un
traje bastante decente, que era lo que le había quedado de una pasada
prosperidad. El aspecto general de Ken era de aseo personal. El padre, al
morir, le dejó unos cuarenta mil dólares; y, no habiendo dispuesto antes de una
suma tan grande, Ken la malbarató, primero en salones elegantes y después en
tabernas infelices. Con este estímulo, me relató en pocas palabras su vida y terminó diciendo:
Yo no sirvo para nada; soy un completo fracaso. No valgo nada. En esta forma
expresaba su total desprecio de sí mismo, pero a pesar del negativismo de su
autoevaluación, observe que no divagaba ni se repetía, sino que había hecho un
resumen claro y bien ordenado de sus experiencias, lo cual me indicaba que no
carecía de capacidad de pensar y expresar sus ideas en forma organizada. Le
observé que durante nuestra conversación él solo había hablado de aspectos
negativos. “Ahora vamos a ver lo positivo” le dije. Al cabo de corto tiempo ya
tenía yo a Ken sintiéndose mejor acerca de si mismo, y por tanto que me hablo
de algunas ideas que había tenido en el pasado. Era soltero y había sido
subgerente de una tienda, pero se dio mucho a la bebida y perdió el empleo, que
era bueno y le ofrecía oportunidades de progreso. Era bastante inteligente para
comprender que el primer paso tenía que ser abandonar los pensamientos
negativos, desechar esa actitud de desesperanza y desprecio de si propio, y
buscar en cambio todos los factores positivos de su situación. ¿Por qué fui tan
torpe de malbaratar los cuarenta mil
dólares que mi pobre papá se mató por ahorrar? Se preguntaba - ¡Ah! – Le dije –
hasta las personas inteligentes hacen tonterías. Pero usted por lo menos tiene el talento de reconocer
que cometió una torpeza. No piense más en el fracaso. A usted lo vamos a
organizar, empezando inmediatamente. Dele gracias a Dios constantemente por lo
que está haciendo por usted. Encontró empleo como dependiente en un restaurante
pequeño, y puso en juego para desempeñarlo todas sus capacidades, que no eran
pocas. El mismo proceso de pensamiento
que tuvo tan felices resultados en la vida de Ken Butterfield puede operar
en igual forma en la vida de cualquier hombre o mujer. En algunos casos
la misma persona tiene la facultad de crear el tiempo oportuno. Si de cambio se
trata, éste tiene que ser correcto, sensato, y estar dentro del terreno
posible. Los pasos son sencillos: pare, piense, visualice, rece. Si todos los
elementos son positivos, el individuo puede escoger el tiempo mediante el
control dominante. He descubierto que muchas personas hacen cosas, y las hacen
bien, pero en el fondo de su corazón preferirían hacer otra cosa distinta. De
tiempo en tiempo nos sorprende alguna persona que ha tenido mucho éxito y de
pronto resuelve cambiar de carrera en sus años maduros, y logra también gran
éxito en otra profesión. Pienso que cada
uno tiene derecho de encontrar su verdadero ser en esta vida. Si usted ha
manejado una botica durante muchos años pero siempre había querido ser músico,
pongo por caso ¿por qué no cambiar de rumbo o ensayar? O si ha sido músico pero
prefiere la droguería, tiene derecho de realizar su ambición y encontrarse a sí
mismo. Es importante amar lo que uno hace, tenerle cariño al oficio, porque
entonces uno da más de sí mismo; y cuando más dé uno di sí, más le devolverá la
vida. Alguien ha dicho: “Ama la vida y la vida te amará”. Así, pues, seamos
amigos. He llegado a la conclusión de
que la bondad recibida y la bondad dada son factores básicos de la felicidad
que se consigue. Puesto que, según parece, ayudar a los demás produce un
sentimiento de alegría, de ahí se sigue que uno puede aumentar su felicidad
simplemente aumentado el número de veces que realiza un acto de bondad.
Descubrirá usted que la felicidad es su estado de ánimo dominante si puede
multiplicar sus actos de bondad. Tiene suerte la persona que haga este
descubrimiento. Con mucha frecuencia la
felicidad huye de los que están emotivamente desorganizados o llenos de
angustia. La angustia es una idea oscura, más que todo irracional y a veces aterrador,
de que algo espantoso va a ocurrir. Cuando se alimenta durante largo tiempo,
descolora el proceso del pensamiento hasta el extremo de que imposibilita el
desarrollo de la felicidad; y es un sentimiento tan común en la actualidad,
que un distinguido la llama “LA GRAN PLAGA MODERNA”. Una persona puede temer algo
con tanta fuerza, que su mismo miedo crea las situaciones que teme, o produce un
resultado análogo. La actitud tiene tanto que ver con que seamos o no seamos
felices, que en todos mis libros he recalcado el pensamiento positivo. “La
voluntad de Dios no es solamente que seamos felices, sino que nos hagamos
nosotros mismos felices”,
BUANERGES WOSTBELY CHIP RAMOS
0219-12-
4243
revisada con menor punteo
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