Barcelona

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viernes, 1 de junio de 2012

RESUMEN DEL CAPITULO 11


RESUMEN DEL CAPITULO 11
AL FIN LA FELICIDAD

Sería difícil imaginar a una persona más descorazonada y sin esperanzas que Ken Butterfield cuando deambulaba por la Segunda Avenida, aquella triste mañana de febrero. Se había desayunado frugalmente con café y tostadas en un cafetín pocas cuadras atrás, y tenía en el bolsillo exactamente siete resobados billetes de a dólar. Había pasado la noche en un refugio para hombres sin hogar, pero tenía una cosa a su favor: un traje bastante decente, que era lo que le había quedado de una pasada prosperidad. El aspecto general de Ken era de aseo personal. El padre, al morir, le dejó unos cuarenta mil dólares; y, no habiendo dispuesto antes de una suma tan grande, Ken la malbarató, primero en salones elegantes y después en tabernas infelices. Con este estímulo, me relató  en pocas palabras su vida y terminó diciendo: Yo no sirvo para nada; soy un completo fracaso. No valgo nada. En esta forma expresaba su total desprecio de sí mismo, pero a pesar del negativismo de su autoevaluación, observe que no divagaba ni se repetía, sino que había hecho un resumen claro y bien ordenado de sus experiencias, lo cual me indicaba que no carecía de capacidad de pensar y expresar sus ideas en forma organizada. Le observé que durante nuestra conversación él solo había hablado de aspectos negativos. “Ahora vamos a ver lo positivo” le dije. Al cabo de corto tiempo ya tenía yo a Ken sintiéndose mejor acerca de si mismo, y por tanto que me hablo de algunas ideas que había tenido en el pasado. Era soltero y había sido subgerente de una tienda, pero se dio mucho a la bebida y perdió el empleo, que era bueno y le ofrecía oportunidades de progreso. Era bastante inteligente para comprender que el primer paso tenía que ser abandonar los pensamientos negativos, desechar esa actitud de desesperanza y desprecio de si propio, y buscar en cambio todos los factores positivos de su situación. ¿Por qué fui tan torpe de malbaratar  los cuarenta mil dólares que mi pobre papá se mató por ahorrar? Se preguntaba - ¡Ah! – Le dije – hasta las personas inteligentes hacen tonterías. Pero usted  por lo menos tiene el talento de reconocer que cometió una torpeza. No piense más en el fracaso. A usted lo vamos a organizar, empezando inmediatamente. Dele gracias a Dios constantemente por lo que está haciendo por usted. Encontró empleo como dependiente en un restaurante pequeño, y puso en juego para desempeñarlo todas sus capacidades, que no eran pocas. El mismo proceso  de pensamiento que tuvo tan felices resultados en la vida de Ken Butterfield  puede operar  en igual forma en la vida de cualquier hombre o mujer. En algunos casos la misma persona tiene la facultad de crear el tiempo oportuno. Si de cambio se trata, éste tiene que ser correcto, sensato, y estar dentro del terreno posible. Los pasos son sencillos: pare, piense, visualice, rece. Si todos los elementos son positivos, el individuo puede escoger el tiempo mediante el control dominante. He descubierto que muchas personas hacen cosas, y las hacen bien, pero en el fondo de su corazón preferirían hacer otra cosa distinta. De tiempo en tiempo nos sorprende alguna persona que ha tenido mucho éxito y de pronto resuelve cambiar de carrera en sus años maduros, y logra también gran éxito en otra profesión.  Pienso que cada uno tiene derecho de encontrar su verdadero ser en esta vida. Si usted ha manejado una botica durante muchos años pero siempre había querido ser músico, pongo por caso ¿por qué no cambiar de rumbo o ensayar? O si ha sido músico pero prefiere la droguería, tiene derecho de realizar su ambición y encontrarse a sí mismo. Es importante amar lo que uno hace, tenerle cariño al oficio, porque entonces uno da más de sí mismo; y cuando más dé uno di sí, más le devolverá la vida. Alguien ha dicho: “Ama la vida y la vida te amará”. Así, pues, seamos amigos. He llegado a la conclusión  de que la bondad recibida y la bondad dada son factores básicos de la felicidad que se consigue. Puesto que, según parece, ayudar a los demás produce un sentimiento de alegría, de ahí se sigue que uno puede aumentar su felicidad simplemente aumentado el número de veces que realiza un acto de bondad. Descubrirá usted que la felicidad es su estado de ánimo dominante si puede multiplicar sus actos de bondad. Tiene suerte la persona que haga este descubrimiento. Con mucha frecuencia  la felicidad huye de los que están emotivamente desorganizados o llenos de angustia. La angustia es una idea oscura, más que todo irracional y a veces aterrador, de que algo espantoso va a ocurrir. Cuando se alimenta durante largo tiempo, descolora el proceso del pensamiento hasta el extremo de que imposibilita el desarrollo de la felicidad; y es un sentimiento tan común en la actualidad, que  un distinguido la llama “LA GRAN PLAGA MODERNA”. Una persona puede temer algo  con tanta fuerza, que su mismo miedo crea  las situaciones que teme, o produce un resultado análogo. La actitud tiene tanto que ver con que seamos o no seamos felices, que en todos mis libros he recalcado el pensamiento positivo. “La voluntad de Dios no es solamente que seamos felices, sino que nos hagamos nosotros mismos felices”,


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